María Jose, frutera en mercado de la esperanza habla de como funciona una plaza de abastos

En 1904 se inauguró una familia eterna en Santander. En 1897 dio comienzo el proyecto de Juan Moya y Eduardo Reynals, el mercado de la esperanza de Santander. Detrás del ayuntamiento de la capital de Cantabria se levanta un edificio lleno de historias y momentos inolvidables. El mercado de la esperanza no es únicamente esas dos plantas de carne y pescado, sino que en su exterior cuenta con un mercadillo donde se distinguen principalmente puestos de frutas y verduras. Esa atmosfera de mercadillo de pueblo se abre hueco en Santander.

El hábitat rural de los mercadillos son los pueblos, especialmente capitales de municipios pequeños. Estos mercadillos destacan por su variedad y acostumbran a ser semanales, un día a la semana se montan y se desmontan. El de la plaza de abastos no es así, cuenta con el mismo horario que la plaza. De esta manera se traslada un trocito rural a la capital de la provincia. Una esencia que hay que mantener pues lleva desde los inicios del mercado. Podemos ver todo tipo de personas pero hay que destacar los que van a pasear al perro y ya aprovechan para hacer la compra.

Los clientes son los primeros que saben que en una plaza de abastos  los primero son ellos. “La mayor diferencia entre un supermercado y los comercios de aquí es que te ofrecen el producto con mejor calidad posible, en el supermercado no” Afirma Roberto García, comprador habitual en el mercado de la esperanza. “Me gusta la amabilidad con la que nos tratan los comerciantes. Siempre compro aquí y es algo que no tengo intención de cambiar al corto plazo” Cuenta también el comprador.

Cualquier plaza de abastos, y en especial este mercado de la esperanza, está repleto de negocios familiares, como es frutería Pepi. Negocios que han pasado de generación en generación y son la fuente principal de ingresos de más de una casa. Como afirma María José “La frutería es el principal sueldo de la casa. Gracias a esto mi hijo puede estar estudiando en Palencia” Desgraciadamente la inflación es algo que está golpeando fuertemente nuestra economía y los negocios no son menos “Estamos notando mucho la subida de precios, la caja de aguacates nos ha costado 4 euros más en una semana. Es algo que no nos gusta pero nos vemos obligados a subir los precios para subsistir.”

De acuerdo con María José. Aquí no existe un sueldo fijo, todo depende de las ventas, pero siempre hay que tener en cuenta los gastos fijos “El mes que no vendes mucho obtienes menos beneficios, es obvio. La preocupación constante es el pagar los autónomos, el alquiler del local o la luz. Nosotros no tenemos empleados ajenos a la familia, por lo que simplemente las ganancias nos las dividimos” Cuenta María José. Esta es la realidad de los comercios familiares, donde la armonía, la complementación y el trato al cliente son las principales variables que hacen al negocio triunfar.

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