La vida de la gente de Liérganes ya va adaptándose al calor y el sol que luce el pueblo cada día
Las ventanas del pueblo de Liérganes se abren cada vez antes para aprovechar todas las horas de sol posibles. Las temperaturas suben, al tiempo que el cauce del Miera disminuye. Las casas de Liérganes vuelven a llenarse de chocolate y churros, ese olor que te transporta a aquellas tardes de niño cuando la abuela hacía merendola para toda la familia. Una merendola que se movía al ritmo de las canciones montañesas. Sonando cada vez más fuerte con la llegada del verano.
Esas mañanas de verano en las que ya se empieza a ver a la gente más ligera, con menos capas de ropa. Las gafas de sol, los sombreros y la crema solar son los mejores amigos para los días en los que el mayor protector de Liérganes es el sol. Un calor que hace que el café, los refrescos o el blanco cada vez sean más visibles para los caminantes, donde las terrazas cada vez acogen a más personas.
Algún valiente viajero ya parece por las calles, ni el viento ni el frio que en las mañanas aún existe impide conocer la belleza de este pueblo trasmerano. Esa belleza sustentada en su arquitectura, su gente y sus historias que llegaron a hacer que Liérganes se uniese en 2016 a la lista de los pueblos más bonitos de España.
En el casco Antiguo descansa la estatua del hombre más conocido de Liérganes, aquel que se recorrió España entera a nado para terminar volviendo al lugar donde nació. Ese hombre que después de estar años sin dejar huella apareció en Cádiz con escamas por la espalda y el pecho, con la única capacidad de decir la palabra “Liérganes”. Ese hombre que conforma la historia más conocida del pueblo y que da nombre al paseo principal. Una historia que pasa de generación en generación, donde los abuelos se la cuentan a sus nietos centenares de veces y todas ellas con una sonrisa de oreja a oreja por el orgullo que significa para ellos ser Lierganés.
Custodiando esta estatua se encuentra el Puente Romano, el cual lleva centenares de años observando el paso de los turistas y las generaciones que el pueblo habitan. Un lugar único que visitan cientos y cientos de personas a lo largo de todos los meses del año, con el objetivo de ver las Tetas de Liérganes colocarse justo encima del puente más emblemático de la zona.
El río Miera, que en su paso por Liérganes alcanza su esplendor. Es uno de los ríos que aún tiene esa esencia de pueblo al estar bien resguardado y protegido por los bañistas que le visitan para poder combatir el calor en los días de verano. En el río existe esa armonía entre el ser humano y la naturaleza, donde se puede respirar ese aire puro que existe a kilómetros de las grandes fábricas y ciudades.
Porque la vida en el pueblo es diferente, con sus ventajas y desventajas, pero sobretodo con su encanto y su sabiduría. Cada quien tiene sus preferencias, el lógico, sin embargo es complicado de no enamorarse de ambientes como el de este pueblo. Donde las pastas, el chocolate y los mercadillos están a la orden del día.
La posibilidad de poder salir de casa tranquilo, sabiendo que se puede dejar las ventanas de par en par porque no hay robos ni delincuencia. Con la posibilidad de ir a pasear solo, sabiendo que algún conocido encontrarás para que sirva como acompañante. Y con la posibilidad de disfrutar de una vida libre todo tipo de generaciones, sabiendo que la vida en Liérganes no entiende de edades, sino que solo entiende por las ganas de vivirla.