El ojáncano: el ser mitológico más abominable de la mitología de Cantabria

Descubre la historia del ojáncano, el ser mitológico más terrorífico de la mitología de Cantabria

La mitología es ese conjunto de creencias de un país o región que tan arraigadas están en su cultura y que van transmitiéndose de generación en generación. En España cada comunidad cuenta con sus propias historias, cada cual más bizarra y alocada. En Cantabria existen numerosos seres mitológicos, todos ellos de aspecto aterrador y con los que no te gustaría encontrarte. Uno de los más famosos es el Ojáncano, un ser espeluznante que posee cualidades  que los humanos ni siquiera imaginamos. ¿Quieres descubrir su historia?

Antes de nada, hay que decir que el Ojáncano es la personificación del mal entre los cántabros y es sinónimo de odio, crueldad, ira y destrucción. Habita en profundas grutas de los parajes más inaccesibles de la montaña, cuyas entradas suelen estar cerradas con grandes rocas y maleza.

En cuanto a su aspecto físico, se le describe como un cíclope, cuyo ojo brilla en la noche y está rodeado de verrugas. Pese a solo tener un ojo, su visión es muy aguda incluso a larga distancia. Se le concibe como un gigante con unos pies y manos enormes de diez dedos que terminan en unas afiladas garras. En su rostro destaca su prominente nariz, así como sus dos filas de dientes de diferentes colores y sus labios gruesos y peludos. Su voz es estridente y atronadora, similar a un trueno, y su cuerpo está cubierto de pelo áspero y rojizo. Destaca la espesa barba que le tapa la parte frontal de la que se distingue una larga cana.

En la cultura española existe el dicho “siempre hay un roto para un descosido”, pues en este caso viene como anillo al dedo. A pesar del desagradable y aterrador aspecto y comportamiento que presenta el ojáncano ha sido capaz de encontrar novia, la ojáncana. En su caso, se dice que es más cruel y despiadada que su pareja, pues se alimenta de los niños perdidos por el bosque a los que roba toda la sangre y despedaza a dentelladas. Cuando no puede encontrar a sus víctimas preferidas, se tiene que contentar con comer animales.

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