El cáncer está considerada por la Organización Mundial de la Salud como la segunda causa de muerte en Europa
Cáncer, demencia, depresión. Artritis, alzhéimer, ansiedad. Todas ellas enfermedades que, desde hace tiempo, vienen afectando a nuestros cuerpos, mentes y emociones. “Antes no había tanta gente enferma”, es una de las afirmaciones que se oyen entre la gente hoy en día. Sin embargo, ¿qué verdad hay detrás de esa frase?
Cierto es, que en las últimas décadas los grandes avances tecnológicos y científicos han permitido que la esperanza de vida haya aumentado. Cuando en el siglo pasado lo común era morir a los cincuenta años, en la actualidad encontramos personas que incluso se coronan como centenarias.
Sin embargo, alargar nuestras vidas casi el doble ha supuesto que muchas enfermedades que antes apenas afectaban a la sociedad, ahora sean las más temidas y encontradas. Entre ellas, el cáncer.
Esta enfermedad consiste en la reproducción de células que han sufrido cambios en el ADN. Es decir, células en mal estado. A pesar de que durante mucho tiempo se dijo que el cáncer era una enfermedad meramente hereditaria, poco a poco se ha ido descubriendo que otros factores externos como nuestros hábitos, el entorno en el que vivimos, adicciones o incluso la misma comida que comemos, pueden acabar ayudando a que se desarrolle.
La OMS publicó un Código Europeo contra el Cáncer. En él, incluyó una larga lista de todas las cosas que no se debe hacer o qué no se debe comer, para evitarlo. No fumes, no bebas alcohol, no tomes el sol en exceso, evita carnes rojas, nada de sal, haz ejercicio, etc. Sin duda, una lista muy larga.
A su vez, el método que se emplea para luchar contra esta enfermedad, es a través de los carísimos medicamentos que las grandes farmacéuticas proveen. Las dedicadas farmacéuticas, consagradas en cuerpo y alma a curar esta terrible enfermedad que les genera más beneficios que gastos.
Sin embargo, poca gente conoce sobre cierta doctora alemana, nacida a inicios del siglo XX, que consiguió lo que pocos: curar el cáncer. Johanna Budwig fue una científica y, más adelante, doctora que se coronó eminencia en el estudio de las grasas. Esta mujer descubrió el efecto que tienen los ácidos grasos omega-3. Y no solo en el cáncer, sino también en otras enfermedades como la depresión o la demencia.
Durante el tiempo de su vida que dedicó a estudiar la afección, tuvo un porcentaje de éxito de más de un 90% en los 2.200 pacientes a los que trató. Y con algo tan simple como un cambio de dieta.
Sustentando la dieta en semillas de lino, queso cottage y otra serie de alimentos que ayudan a equilibrar las grasas saludables, las lipoproteínas y los fosfátidos, la Dra. Budwig consiguió lo que parecía imposible.
Por su remarcable trabajo a lo largo de su carrera, fue nominada siete veces al Premio Nobel de Medicina. Sin embargo, nunca se lo dieron.
Es curioso observar como, parece ser, que son simples cambios los que pueden ayudar a curar una de las peores enfermedades que aquejan a la humanidad hoy en día. Sin embargo, supongo que no resulta igual de lucrativo. Y eso, puede ser un problema para algunos.