Toca volver a cambiar la hora y pasar al horario de verano pero, ¿es mejor el invernal?

¿Por qué tenemos que andar cambiando la hora dos veces al año? ¿Cuál de los dos horarios es mejor?

Como ya sabéis, en los meses de marzo y octubre  debemos adelantar y retrasar una hora las agujas de nuestros relojes analógicos, si es que todavía conserváis alguno en casa, en función de la época del año que atravesemos. Ahora nos toca adelantarlas una hora y pasar del horario de invierno al de verano. Para la mayoría esto es sinónimo de alegría y felicidad, pues significa que ganamos una hora más de luz al día y es indicador de la llegada de la época estival. Sin embargo, no todo son ventajas y hay muchas voces que defienden que el horario invernal es más benefficioso para nuestra salud. Pero, ¿realmente esto es así? ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de cada horario? ¿Cuándo se produjo el primer cambio de hora y cuáles fueron sus motivos?

Según la Dra. María Consuelo Vilasánchez el horario de invierno es más saludable que el de verano ya que en ese horario están más sincronizados la salida de la luz solar y el inicio de nuestra jornada laboral. Además, numerosos estudios han revelado que nos adaptamos mejor a este horario y nos permite dormir más, mejorando nuestro rendimiento y concentración en la elaboración de nuestras tareas diarias. No obstante, existen algunas consecuencias negativas que se producen durante los primeros días después del cambio de horario, tales como alteración del sueño coo con la consiguiente reducción intelectual o cambios de humor. Para prevenir estos síntomas es recomendable ir cambiando nuestros hábitos unos días antes del cambio, de tal manera que cuando llegue el momento estemos ya preparados.

Y cuando nos hemos adaptado a este horario, llega octubre y nos toca volver a cambiar los relojes. A esto se suma el fin del verano y la llegada del lluvioso otoño y, posteriormente, el frío invierno, además del acortamiento de las horas de luz, por lo que a algunas personas este horario les genera rechazo. Esto se manifiesta en cansancio, somnoliencia y otras alteraciones en el estado de ánimo para los que no reportan ninguna patología. Sin embargo, las que sí las reportan pueden sentir estos síntomas de manera más acentuada, al igual que los lactantes y las personas mayores.

Pero entonces si todo esto nos supone tanto trastoque, ¿para qué hacerlo? Pues para encontrar una respuesta tenemos que retroceder hasta 1784. En aquella época, Benjamin Franklin era el embajador de Estados Unidos en Francia y se le ocurrió la feliz idea de enviar una carta a un periódico francés proponiendo diferentes medidas dirigidas al ahorro energético. Al principio no se le dio mucha importancia a este asunto hasta que en un momento determinado se retomó el asunto y concluyeron que lo mejor era cambiar el horario. En definitiva, el motivo no es otro que el ahorro de energía, aprovechando al máximo la luz solar y reduciendo el uso de electricidad.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *