María Mancebo, dueña del “quiosco La Planchada”, se sincera ante la difícil de tarea de sacar adelante un negocio de los quioscos que hoy en día está en peligro de extinción

Los quioscos han sido durante muchos años el punto de venta principal de prensa en papel. Sin embargo, en los tiempos que corren la digitalización se está haciendo con el monopolio de la prensa tal y cómo la conocíamos. Esto es así ya que te ofrece una instantaneidad y accesibilidad que está dejando “en jaque” a estos establecimientos.

Desde Novel hemos tenido la oportunidad de hablar con María, dueña del “Quiosco La Planchada” . Un quiosco que tal y como nos reconoce “estuvo a punto de desaparecer”, pero que sin embargo tuvieron la habilidad y la buena fé de reinventarse y no dar por perdido un negocio familiar que lleva vigente 50 años. 

El Bar Quiosco La Planchada, ubicado en la zona del colegio Fernando de los Ríos.

Con un objetivo claro de subsistir, el quiosco ha ido adaptándose a los tiempos hasta el punto de instaurar un bar complementario al comercio del que asegura que salen “la mayor parte de los ingresos de este negocio”.

Por otro lado también han ido incorporando un datáfono especial para aquellos que son suscriptores mensuales de la prensa y que tienen el privilegio de venir día a día a por ella y no pagarla. Lo que hacen es “abonar mensualmente una cantidad a la compañía y está les oferta regalos cada cierto periodo de tiempo”

Otra iniciativa que está en proceso ser una realidad es integrar recogida de paquetería, para de alguna forma “saldar las deudas que te generan las gominolas, por ejemplo”.

Firmeza a pesar de las adversidades

De una manera u otra, María muestra su compromiso con un negocio que heredó de sus padres, y que ha tenido razones para dejar de lado. Una de ellas, entre otras cosas es la falta de flexibilidad de los horarios, pues la hora de apertura está establecida a las 7:30 am pero la hora de cierre depende de la última persona que abandone la zona donde está ubicado el quiosco.

 Otro de ellos es el sacrificio, pues la vida de un “quiosquero” afirma que “te quita mucho tiempo de estar con la familia”. Además de que comenta que” esto equivale a ser como un esclavo”, debido a que tienen que trabajar todos los días del año a excepción de tres: sábado santo, año nuevo y nochebuena. Los demás días se ven en la obligación de abrir porque hay gente como los suscriptores que lo llevan fijo y no se les puede privar de ese privilegio.

María tiene claro que su día a día es asumir que todos los días hay que trabajar, no hay un día de fiesta. Esto concluye en que dentro de los quioscos reina la autoexigencia de dar lo mejor de uno mismo con el objetivo de una óptima atención al público.

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