El marinero ha crecido siempre junto al mar, en Santoña. Desde que cumplió los dieciséis años, dedica su vida a la recogida de suculento pescado por el litoral en el buque Ermita Pilar
Pedro aprendió el oficio gracias a su padre, su abuelo y sus tíos. Una profesión que no justifica el precio con el que llega el producto, desde el litoral a casa, en comparación con los sacrificios que hacen para atrapar las presas.
Lo más complicado para él fue uno de los accidentes que tuvo en alta mar, cuando vio cómo un barco chocaba contra el suyo, aunque en el día a día “es reconfortante conocer diferentes partes de la costa y estar en contacto con la naturaleza”.
El santoñés trabaja en la zona cántabra, y viaja por los numerosos puertos del norte. Una semana fuera de casa le permite hacer parada en el País Vasco, San Vicente de la Barquera, Galicia, Gijón o Santoña.
Y, con la llegada de la primavera, el buque Ermita Pilar, su patrón y sus 15 marineros, salen a faenar porque es época de verdeles y bocartes. Hace tan solo dos semanas llegaban a las lonjas los primeros ejemplares capturados cerca de casa, en Liendo y Oriñón.
Un día cualquiera, sin sobresaltos, es una aventura. El marinero explica que “primero hay que meter las redes y las cajas al barco. Porque si no hay donde verter lo pescado, no se puede faenar”. Hay que tener todo organizado, esperando a que llegue el momento de pescar. “Y luego se lanzan las redes o se les hace un cerco a los peces”, añade. El último paso une a todos los trabajadores, haciendo las maniobras con la red para “que se quede dentro lo pescado”.
Pero cada vez que salta al barco, Pedro siente los mismos nervios que cuando empezó. “No sabes si vas a pescar o no. Estás entre compañeros y entretenido, pero no sé lo que me va a traer la mar, y de noche puede pasar cualquier cosa”, declara.
Aunque el arranque de la costera del bocarte ha sido flojo, la cantidad permitida de captura sigue una normativa. “Con la anchoa podemos llegar a pescar 10.000 kilogramos al día. De sardinas, 20.000 o 30.000 kg. Y si vamos a por bonito, lo que cuadre”, justifica. Sin embargo, rondan entre los 5.000 y 75.000kg pescados. “El que más, campeón”, dice entre risas.
Para lograr llegar a esa cantidad, utilizan sardinas pequeñas y bocartes si lo que buscan es bonito. Y, “para la pesca del atún, chicharro”. Como maquinaria, apunta que utilizan “grúas para lanzar las redes y recogerlas”. Aunque se hace necesaria la ayuda del Gobierno para comprar nuevas máquinas o carretes.
Pasado, presente y futuro
Desde que Pedro empezó hace más de 20 años, la forma de trabajo no ha cambiado mucho. Sin embargo, habla con su padre y le “suele contar, por ejemplo, que había que cargar el peso en cubierta; o las redes lanzarlas a mano”. Y de eso ya no queda nada. El marinero manifiesta que “lo único que no ha cambiado es la costera de bonitos. Se siguen pescando uno a uno con caña y con cebo vivo”.
A pesar de ser un trabajo duro en el que se trabaja fuera de casa de lunes a viernes, y más de noche que de día, es lo principal de su vida. “Lo he vivido desde pequeño. Me gusta. Y el futuro, lo veo bien. Para seguir trabajando y viviendo de ello, muy bien”, concluye.


