La nueva Ley de familia cambia el concepto de familia numerosa y rebaja ciertos requisitos
Hay una frase que encuentro graciosa pero certera, y es aquella que dice que “compartir baño con hermanos, te curte como persona”. Y así es. Nadie pensaría que un espacio tan pequeño podría convertirse en tremendo campo de batalla, pero eso es parte del encanto de la convivencia en familia.
Convivir con hermanos es todo un reto, sin duda. Y todos aquellos que han tenido que crecer rodeados de ellos, habrán tenido que aprender más pronto que tarde la complejidad de las relaciones humanas. Y qué decir de las familias numerosas.
A estas alturas, creo que ya es bien sabido por todos las ventajas y desventajas de compartirlo todo, de los extremos a los que se debe llegar para repartir equitativamente las cosas, o de los roles que se adoptan simplemente dependiendo del orden en el que se haya nacido.
Parece ser que, ser el primer hermano, te convierte automáticamente en una persona madura, en cierta parte autoritaria y con una infancia y juventud que consiste en «abrir el camino» a los que vienen detrás; sin embargo, entre algunas de sus ventajas se encuentra estrenar ropa nueva.
A su vez, aparentemente ser el hermano pequeño te transforma en una persona más mimada, siendo el protegido y querido por los progenitores, que apenas debe esforzarse en casa por conseguir ciertas cosas porque los mayores ya han «allanado la senda», y que da igual lo que hagan, siempre tendrán la razón; aun así, como inconveniente hay una simple concepto que parece regir su existencia y es: heredar.
Tampoco hay mucho que comentar sobre los hermanos que quedan en el medio. Son aquellos olvidados que durante un pequeño espacio de tiempo disfrutaron de su posición como hermano pequeño hasta que otro llegó para desterrarlos al vasto territorio de los desatendidos. Una tragedia, dirían algunos.
El concepto de familia ha mutado mucho a lo largo del tiempo. Anteriormente, lo común era tener muchos hijos. Ya fuera por factores socio-económicos o por cultura, lo normal eran las familias numerosas. Sin embargo, el tiempo y los años han cambiado las prioridades y ahora lo normal es tener un hijo o, como mucho, dos.
Hace apenas un mes, el Consejo de Ministros aprobó, aunque todavía no ha entrado en vigor, una ley que reformaba el concepto de familia numerosa. Este cambio, además de incluir ciertos casos familiares que hasta entonces no recogía, ha rebajado una serie de requisitos a causa de la falta de niños en España. Aparentemente dos ya son multitud.
Antes de esta ley, existían dos categorías dentro de las familias numerosas: la general y la especial. La primera, se otorgaba a todas las familias que tuvieran tres o cuatro hijos; mientras que la segunda se aplicaba a todas aquellas que tuvieran cinco o más hijos.
A lo largo de los años se ha rumoreado mucho sobre cómo se estaba planteando rebajar esas exigencias. Esto se debe a que la natalidad en España se encuentra en números rojos. En la actualidad, la media de niños por familia es de 1 ’23. Parece ser, que ese rumor ha pasado a convertirse en cierto.
Es curioso comprobar cómo, a pesar de saber que la tasa de natalidad actual va a acabar volviéndose en nuestra contra, se continúa incentivando a tener un número de hijos menor. Quién sabe, tal vez la gente ya no quiera compartir baño.